Después de la entrada de la certificación energética para edificios, el 47,50% de los inmuebles de antigua construcción en España solo obtiene la calificación energética ‘E’. En contrapartida, la calidad energética de la vivienda nueva ha aumentado de forma notable.
Distribución en el ámbito nacional
La ‘E’ es la calificación más frecuente en la mayoría de las comunidades autónomas. Un 0,23% ha recibido la letra ‘A’; el 0,45% la ‘B’; el 2,10% la ‘C’; el 11,30% la ‘D’; un 47,50% la ‘E’; el 3,52% la ‘F’; y el 24,90%, la ‘G’. Estos porcentajes son similares a los aportados por el Instituto para la Diversidad y el Ahorro de Energía (IDAE) sobre las certificaciones realizadas en los edificios existentes.
En el caso de las calificaciones ‘A’ y ‘B’, han sido muy puntuales. Solo se han producido 4 casos de ‘A’ entre Madrid y Cataluña. Además se han producido 36 casos de ‘B’ repartidos entre Aragón, Cataluña, Madrid, Galicia y Andalucía. En las islas Baleares y Canarias la categoría ‘G’ es la más habitual, con un 47,9% y un 68%, respectivamente. No obstante, el motivo reside en que las viviendas situadas en las islas no utilizan el gas natural y el programa penaliza las instalaciones eléctricas.
¿De qué se trata?
Se trata de un resultado “coherente”, ya que el parque inmobiliario arrastra una normativa anterior que “no era muy eficiente”. Una tendencia que «mejorará en el conjunto de España al empezar a certificarse los inmuebles construidos bajo el nuevo Código Técnico de la Edificación. Puesto que la nueva normativa está más orientada al ahorro energético».
De hecho, según los últimos datos facilitados por el IDAE, las categorías A, B y C suman el 54% del total de las nuevas construcciones. Es decir, que confirman que la calidad energética de la vivienda nueva ha aumentado notablemente entre 2014 y 2017.
También se muestra que la evolución del registro de certificados se ha incrementado de forma considerable en los últimos años. Este crecimiento ha sido del 48% de 2016 a 2017, llegando a las 21.500 solicitudes.
¿Cuánto nos importa?
Una de las conclusiones es que “un alto porcentaje de los encuestados está dispuesto a pagar más por una vivienda más eficiente si va a suponer sobre todo un mayor ahorro a fin de mes”.
Lo más importante para el ahorro energético en una vivienda son las envolventes térmicas y las instalaciones térmicas. Es decir, aquellas destinadas a la producción de agua caliente sanitaria, calefacción y aire acondicionado. Así, lo que más se recomienda rehabilitar son las instalaciones térmicas (40,8%). También la envolvente del edificio (25,8%); las ventanas, balcones y lucernarios (24,1%) y los puentes térmicos (9,4%).
Medidas de mejora más habituales
Pueden ser:
- Cambio de ventanas
- Sustitución de la instalación de agua caliente sanitaria
- Mejora del sellado de las ventanas
- Adición de aislamiento por el interior
- Instalación de equipo mixto de calefacción y agua caliente sanitaria
- Cambio de la instalación de calefacción
- Mejora del aislamiento en cajas de persiana o la colocación de toldos.
Todas estas medidas van enfocadas “al aumento del confort en la vivienda y al mayor ahorro energético». Sin embargo, no todas ellas pueden conseguir un cambio de letra en la calificación energética. Depende mucho del estado de conservación inicial del inmueble y de las medidas aplicadas. Por eso los profesionales siempre intentan enfocar las soluciones a acciones realistas y técnicamente viables.
El siguiente gráfico muestra cómo varía el gasto medio anual en euros en función de la categoría del inmueble. Se ha tomado como referencia un piso de 100 metros cuadrados con los precios actuales de la energía. La calificación ‘A’ se considera que tiene un consumo energético nulo por lo que no aparece en el gráfico.
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